01 agosto 2006

Querido Amigo

No encuentro consuelo, Tucco.

Todavía no limpié la casa y ahí siguen tu cucha, tus botes de comida, tu bolsa de cereales al estilo mediterráneo, tus pelos, duros, debajo de cada mueble, el fresco recuerdo de tu alegre presencia en esta casa llena de adornos masticados. Esta casa de mierda donde vuelve a mandar la soledad, como lo hacía antes de que llegaras.
No puedo creer, perrito mío, que te hayas ido y no me encaja el modo en que lo hiciste. ¿Qué pasó?. ¿Te juntó alguien?. ¿Te asustó alguien?.

El otro día llamó un buen tipo, diciendo que te había visto paseando detrás de una perra por el paseo marítimo, como hacen los amantes de esta ciudad. El corazón me dio un vuelco y me alegré, golfo, porque pensé que terminaría dando con vos y tras una buena ducha quizás me confesases tu aventura.

Pero no ratón, apenas un rato después llamó otro buen tipo, Jose, y dijo que el mismo día que misteriosamente te fugaste había recogido un perrito atropellado delante de cierto restaurante de esos 'de diseño', en el mismo paseo, pero casi dos kilómetros ciudad adentro. Los datos que me pasó fueron letales. Día, hora, color de pelo, la descripción de esa cola tan preciosa que tenías, como la del juego del burro, como decía Mila (Como la querías a Mila...). Demasiadas coincidencias.
Jose y un guiri te apartaron del camino de esos hijos de puta incapaces de levantar el pie del acelerador o de pegar un volantazo cuando ven un perro en la carretera.

Hasta entonces no había sabido qué pensar. Sólo me preocupaba buscar, buscar, buscar. Pero tras la charla con Jose, el instinto me dijo que eras vos. Te habían juntado el mismo día que te fuiste, apenas una hora después de que Roger te viese vagabundeando con Charlie por el barrio. ¿Cómo hiciste para andar tanto en tan poco tiempo?. ¿Te levantó alguien en su coche?. ¿Quizá se lo vomitaste, como solías hacer?. ¿Te bajaron?. ¿Por qué no te metió Roger en casa?. Ese pelotudo. O no...

Tenías chip. Llamé a la perrera, llamé a Emaya, pero nada, no constabas.
Volví a llamar cada día, como lo había hecho antes de que Jose me llamase.

Nada.

Finalmente, dí con otro buen tipo, ahí en Emaya, que me pasó con quien debí hablar en su momento: Quien te había recogido. Él me confirmó el temor desatado tras la primera llamada de Jose. Le mostré la web que había hecho para encontrarte, donde aparecían tus fotos, y el tipo no dudó.

Me quiero morir, Tucco.
Vuelvo a ver esa foto primera, en la que estás de pie junto a un operario de Son Reus y me engaño pensando que no debí mirar la página donde aparecía, pero el instinto fue más fuerte y el flechazo, rotundo.


No sé si te alguna vez te conté que fui a buscarte el mismo día y que alguien había puesto ya una demanda de adopción. Me quería matar, pero tras unos días me llamaron para decirme que podía recogerte si quería. Les había insistido bastante. ¿Te acordás?. Parece que fue ayer, mierda, cuando te saqué en brazos de ahí. ¡Qué olor a perro tenías, guacho!.

Esa noche te saqué a pasear atado de una piola y el nudo zafó. Te corrí 50 metros y cuando te agarré te measte. Del miedo y de los nervios. Yo te acaricié y te dije que no tuvieses miedo, que yo no te iba a fallar nunca. Tu corazoncito fue relajando y volvimos juntos a casa.

Hace apenas 9 meses de eso. Y ya no estás.

Ahora todo son reproches. Pienso que muchas veces te hice poca compañía, que muchas veces no jugué con vos cuando querías, que nunca te llevé a nadar o de surfari, que nunca llegaste a dormir en la chata...

La gente me dice que ya fué, Tucco, pero para mi no fué un carajo.

Mila está en México y no sabe nada. Ella te adoraba y vos a ella, porque ella sí que te dedicaba todo el tiempo y el cariño que reclamabas. Yo siempre con mis webs, ¿viste?. Y mi rugby. Y la puta que lo reparió, Tucco.

Mila llega la semana que viene y antes o después voy a tener que barrer tus pelos y poco a poco, irán desapareciendo para siempre. Estoy seguro de que mientras lo haga volveré a llorar como no lo hice ni cuando se murieron los abuelos y volveré a los 'por qué' y a los 'y si'.
Y volveré a recordar tu cola quebrada cuando comías, tus orejas de seda, tus manchas blancas, tus patas de canguro, tus cejas, tus encares con el gato, tus arrancadas en el patio, esos grandes ojos color café, ese carozo que tenías de nariz y todas esas vivencias y el cariño que me regalaste.

No te voy a olvidar nunca fiera.

Sólo espero que algún día nos volvamos a ver y que pueda volver a acariciarte y agarrándote las manazas poder decirte lo mucho que te extraño y lo mucho que sigo queriendote.

No hay comentarios: