10 octubre 2006

Nos ganamos nosotros mismos

Leo en El Mundo de hoy sobre el España - Argentina:

"Los tres triunfos nacionales están espaciados en el tiempo. El primero se produjo en 1961 en Sevilla por 2-0, con goles de Del Sol y Di Stéfano. Once años después, durante la Copa Hispanidad, Asensi otorgó la victoria por la mínima al conjunto nacional. La última se produjo con Javier Clemente de seleccionador en 1995, en Madrid, con tantos de Pizzi y Guerrero para el combinado español y de Ortega para los argentinos."

02 octubre 2006

The Dead of Winter

Estoy leyendo un libro raro.

Trata sobre la dedicación que le ponen dos belgas a su tarea, que no es otra que encontrar, desenterrar, identificar y devolver a las familias los restos de soldados, principalmente estadounidenses, caídos (y no recuperados) en la llamada Batalla del Bulge.

Aunque a priori pueda resultar algo siniestro, lo cierto es que la labor tiene su recompensa, puesto que en todos los casos los 'recuperadores', junto a un equipo logístico formado por ex-combatientes y otros voluntarios, han localizado con un familiar directo del caído: viudas, hermanos, algún hijo que no llegó a conocer a su padre; todos se emocionan y manifiestan su gratitud hacia aquellos que facilitan el descanso eterno a su ser querido.

Desde niño me interesé por la 2ª G.M. escuchando las historias que me contaba mi querido Tata. He atravesado Francia varias veces y he tenido la oportunidad de visitar algunos campos de batalla y cementerios militares.

Mi novia dice que soy un poco freak, pero sigo emocionándome cada vez que veo una tumba de un soldado adolescente, que a los 17, 18 ó 19 años cruzó el atlántico para contribuir a la caída del nazismo.

Lo mismo me pasa en un cementerio alemán. Allí cambian los nombres, apellidos y simbología, pero el rango de edad es el mismo. Pienso en el yaciente teutón, posiblemente obligado a formar filas, o quizá un voluntario convencido por los discursos del Führer. Equivocado, puede ser, pero seguramente cargado de valor y de valores.

Mirando las lápidas pienso en lo que dejaron atrás: Quizás una novia, con ese look tan peculiar de las mujeres de los años 40, a la que despidieron con la promesa de volver pronto y sano. Quizás un hermano, para el cual eran un modelo a imitar, que se queda sin referente. Un padre que en su presunta hombría sufrirá a solas y en silencio la desaparición más insoportable. Un futuro cercenado lleno de sueños. Pienso en todo lo que se perdieron en estos años 50, 60, 70, 80, 90, 2000. Cohetes, Bikinis, Rock n´roll...

Leo las letras grabadas en las lápidas y me pregunto qué habrá sentido esa novia, o esa madre, o ese padre al despedir al hijo adolescente que marcha a la guerra. ¿Habrán guardado para siempre el calor corporal de ese último abrazo como recuerdo póstumo?, ¿quizás la humedad del beso de despedida en sus mejillas?, ¿quizás el olor a ese perfume (ya no usado) de quien partió?.
Que dolor el de esas familias y que desasosiego añadido el de aquellos que nunca recuperaron el cuerpo de su familiar caído.

Miro las tumbas y pienso también en lo irónico de nuestro presente.

Cuanta gente hipotecada hasta las cejas, por un tiempo similar al que transcurrió desde el final de la 2ª G.M. Gente que vive de espaldas a la muerte en un presente comodón, sin sospechar que mañana puede nacer un nuevo Hitler, un Stalin, o que la locura de fundamentalistas 'bien' como Bush o Aznar pueda alcanzar niveles impensados de fanatismo.

Gente cuya única meta es la de aguantar una imagen, un look, cuya importancia viene dada por la ausencia de valores más sólidos, como aquellos que defendieron hombro contra hombro hasta la muerte cientos de miles de chicos de 17, 18 ó 19 años provenientes de medio mundo.

Pienso y me pregunto, transcurrido este largo plazo, cuánto ha valido la pena su muerte y cómo en este mundo a veces injusto, tarde o temprano la historia volverá a repetirse.